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sábado, 3 de abril de 2010

EL PARTIDO LIBERACION NACIONAL AL PODER DE NUEVO


Identidad socialdemócrata ¿hay respuesta a esta cuestión?

Eduardo Carrillo



L
a búsqueda de la solidaridad y la justicia ha sido una constante en el desarrollo de Costa Rica. Nuestros antepasados liberales tomaron notables medidas en esa dirección, por ejemplo, al adoptar la educación básica obligatoria y gratuita para toda la población. Algunos declararon muerta la época liberal y sustituida por alguna forma de socialismo criollo en la década de 1940. Cerca andaban los socialcristianos y los socialdemócratas. A partir de las transformaciones realizadas, un tanto convulsas, el Partido Liberación Nacional asumió la bandera del cambio, pretendiendo una orientación socialdemócrata, hasta la fecha. Patio de Agua constituyó y cuestionó el compromiso del Partido con esa filosofía y reafirmó sus principios esenciales.
Sin embargo, a lo interno del PLN, la cuestión de la identidad socialdemócrata sigue en discusión: unos dicen que nos alejamos de valores socialdemócratas y otros que, dentro de las posibilidades del ejercicio político, los aplicamos con ajustes impuestos por el entorno, especialmente después de la década de los 80, que marcó la profundización y aceleración de la globalización. Somos desde entonces, una sociedad crecientemente abierta al mundo externo y con cambios sociales internos que han afectado en forma integral nuestro comportamiento y de alguna manera nuestros valores.
Pero la incertidumbre de la identidad va más allá de nuestras fronteras. Un artículo reciente, difundido por Costa Rica Hoy, la plantea en relación con la izquierda democrática en América Latina (La izquierda latino-americana en el poder: ¿Cuál izquierda?, Mauricio R Alfaro). Dice Alfaro: “…Lo que produce confusiones, frustraciones, cansancios que tienden a provocar giros en cuanto a la sensibilidad política del electorado. Giros que, como es ya el caso en algunos países de la región, podrían significar el comienzo del fin de un ciclo de izquierda y el inicio de otro, marcado, esta vez, con el retorno al poder de la derecha regional”. Citando a James Petras, sugiere que nuestra izquierda latinoamericana puede constituir lo que llama liberalismo social, que caracteriza con “una política asistencialista, programas contra lo que llaman la pobreza extrema, dentro de los parámetros estructurales del capitalismo”.
Leyendo la revista OJO de febrero-marzo, me encuentro con un artículo de un militante (o ex-militante, no lo sé) del Partido Comunista, don Francisco Gamboa, titulado Socialismo, un juguete peligroso. Empieza por señalar que “Hugo Chaves… quiere construir el socialismo. La idea no sería tan mala si él supiera qué es el socialismo. No lo sabe y yo aseguro que nadie lo sabe. En los países que se llamaban socialistas nadie lo supo, menos lo saben ahora y en los países capitalistas nadie lo quiere descubrir…”. Y agrega: “Los últimos tres años de mi experiencia como dirigente comunista los pasé en la institución central del Movimiento Comunista Internacional, la Revista Internacional, dedicado en forma exclusiva al estudio y la discusión con sabios representantes de esa corriente de pensamiento. Los oí razonar, discutí con muchos, días y noches, semanas y meses y puedo garantizar que nadie pudo aclarar qué era el socialismo”. En realidad lo que nos dice el Sr. Gamboa es que el problema no es nuevo. Ha estado ahí por mucho tiempo, aunque posiblemente agravado por los cambios generados por la globalización.
Podría ser que la naturaleza humana nos induce a crear marcos de referencia, que luego nosotros mismos derribamos, para construir nuevos, sustitutivos. Pero nos deja frente a una realidad que, según Yunes, todo lo que hemos ensayado ha fracasado en resolver los problemas esenciales de las mayorías. Es evidente que, además, los progresos que algunos países hemos alcanzado, por ejemplo, Costa Rica, Chile y Uruguay, no satisfacen a muchos, que los reconocen más bien como fracasos.
En lo personal me pregunto ¿Será que estos tres países pueden mantener sus avances al punto de eliminar la pobreza y alcanzar niveles razonables de equidad? ¿En cuántos años? Obviamente, no tengo la respuesta, que sólo el tiempo daría, con el agravante de que incluso en estos países, conjuntamente, más de 3.5 millones de ciudadanos seguirán hasta entonces en situación de pobreza. Pareciera que la opción que nos queda a los progresistas, categoría política igualmente indefinida, es seguir fiel a los principios de la socialdemocracia, en lo que hay poco desacuerdo; abogar por una política pública que favorezca a los sectores más vulnerables; buscar altas tasas de crecimiento económico; y, lo más importante, seguir buscando mecanismos que permitan compartir los beneficios de dicho crecimiento. De pronto revertimos la máxima según la cual no hay nada más práctico que una buena teoría, para construir la teoría a partir de una buena práctica…